El 29 de octubre de 2006, unos 20.000 canarios se echaron a la calle para manifestarse bajo los lemas: “¡Basta ya!¡No cabemos más!” “Por una ley de residencia canarias” y “No al racismo!. Los organizadores de esta manifestación, entre ellos la CONCAVE (Confederación Canaria de Asociaciones Vecinales), entregaron un manifiesto en la Subdelegación del Gobierno en el que exponían su preocupación por la sobrepoblación de las islas que, según su punto de vista, estaba provocando una saturación del territorio. Las consecuencias de esta excesiva carga poblacional se hacía patentes en tensiones sociales, cifras muy elevadas de paro y de economía sumergida, incapacidad de cumplir la Ley Básica de Sostenibilidad, el peligro de aparición de brotes de xenofobia, etc…Uno de los puntos claves de sus reclamaciones consistía en recordar que no se podía tratar al archipiélago canario “como un territorio continental con capacidad ilimitada de espacio disponible para construir más y más casas sino que, al igual que ha sucedido con otros Estados y regiones de la Unión Europea en algún momento de su historia, se establezcan límites racionales y sostenibles a la entrada de población en Canarias”. Sus reclamaciones se concretaban en la solicitud de “una norma reguladora de la residencia poblacional en las Islas, que fije unos límites conforme a la capacidad sostenible de sus territorios y recursos limitados”.
El principal argumento de la multitud de asociaciones y partidos políticos que reclaman una regulación de la población en Canarias es la alta densidad de población en las islas, unos 280 h/Km2, casi veinte veces menos que la de Ceuta, situada en 4.241 h/km2. Ciertamente, aquí pasa algo: o bien los canarios están chiflados, o los ceutíes somos unos auténticos inconscientes. Nosotros nos inclinamos a pensar que la sociedad ceutí vive a espaldas de una realidad que pone en serio peligro la propia viabilidad de la ciudad, y no será por falta de síntomas (desempleo, conflictividad social, pésimos índices ambientales, colapso circulatorio, fracaso escolar, etc….). Desde Septem Nostra venimos reiteradamente hablando de este asunto y han sido pocos quienes han entendido nuestro mensaje. Entre ellos tenemos que citar a nuestro querido y recordado Pepe Ferrero o el también colaborador de este periódico, el apreciado L. G. Álvarez. Por su parte, el gobierno de la Ciudad hace algún tiempo que ha incluido la carga poblacional en la retahíla de singularidades y de hechos diferenciales de Ceuta. Sin embargo, en la práctica no ha realizado ningún tipo de iniciativa para combatirla o al menos frenarla.
No hace mucho comentamos con un amigo y conocido arquitecto de esta ciudad sobre el futuro del urbanismo ceutí. Su opinión era que la única posibilidad era seguir densificando el núcleo urbano consolidado o la expansión de la ciudad hacia el campo exterior. Nuestra propuesta de limitar la población le pareció un disparate, opinión que respetamos, pero que lógicamente no compartimos. Nuestro punto de vista no es tan disparatado como a simple vista parece, ya que medidas para el control del crecimiento urbano y poblacional se vienen haciendo en otros lugares de Europa o el mundo que se enfrentan a problemas de sobrepoblación, en muchos casos no tan alarmantes como el de Ceuta.
La asociación canaria Kanaryo Titeroygaka, precursora de la Ley de Residencia y partidaria de la limitación de la población en las islas afortunadas, se refiere en algunos de sus escritos a los países de la Unión Europea que tienen establecidos límites poblacionales, así citan que: “Inglaterra tiene limitada la población en las Islas Anglonormandas, Islas de Mann, Islas Horcadas e Islas Hervida. Dinamarca lo mismo en las Islas Ferroes, Grecia en muchas islas del mar Égeo y en las islas del Dodecaneso y las Esporadas Septentrional y medidas similares tiene Francia en Córcega; Italia en la isla de Elba, Cerdeña y Sicilia; Portugal en Azores y Madeira. Fuera de la Unión Europa, países como EE.UU tiene controlada la población en Hawai; Ecuador en las islas Galápagos; Argentina y Chile en sus islas de Sur; las islas Bahamas, las Antillas, Jamaica, Japón con algunas de sus islas, Isla de Lofoten de Noruega, etc…En Europa hay además zonas continentales protegidas de la superpoblación: Luxemburgo se encuentra protegida y sólo tiene 150 h/Km2, así como Liechtenstein, Mónaco o Marsella tienen limitada la contratación y empadronamiento de extranjeros…”. No hay que ir tan lejos, en la comunidad autónoma de Cantabria se ha introducido en su legislación urbanística el concepto de “capacidad de acogida”, en el que uno de los factores más importantes a considerar es el número de habitantes que puede acoger un determinado espacio territorial. Y mientras, en Ceuta se sigue engañando a la gente con malabarismos y falsas esperanzas de resolver problemas que no tienen solución al menos que atajemos el exceso de población que padecemos.
Las autoridades canarias no se han mantenido al margen del amplio movimiento ciudadano que exige un control de crecimiento de la población. De hecho hace pocas semanas, El presidente del Gobierno de Canarias y candidato nacionalista a la presidencia del Ejecutivo en las elecciones de mayo próximo, Paulino Rivero ha declarado que “los canarios tenemos que modular el control de la población que vive en Canarias", a la vez que indicó que la Comisión Europea, instada por la anterior comisaria de Política Regional, Danuta Hübner, ha encargado un estudio sobre la capacidad real de las Regiones Ultraperiféricas (RUP) para poder mantener un desarrollo sostenible en relación con su población. Este estudio según recogen algunos medios de comunicación canarios estará terminado en mayo y servirá para que se establezca un límite de población para las Islas. Bien haría el Sr. Vivas en interesarse por el contenido de este informe durante su próxima visita a Bruselas donde precisamente pretende reclamar para Ceuta un status similar al de las regiones ultraperiféricas.
Después de lo expuesto, ¿Quién puede calificar de disparate nuestra reclamación de controlar la carga poblacional en el territorio ceutí?. La verdadera locura es no querer reconocer la magnitud del problema al que tenemos que enfrentarnos a día de hoy. Lo cierto es que la cuestión no es nada sencilla, ya que el debate de población requiere sacrificios y tomas de decisiones duras, algo de lo que huyen nuestras autoridades locales, las cuales andan más preocupadas en batir su record de popularidad y éxito electoral que en abordar los verdaderos problemas de Ceuta. Tampoco la actitud de la ciudadanía ayuda a la apertura de este imprescindible debate, no sabemos si por pasividad o por miedo afrontar la realidad.
Lewis Mumford declaró hace más de medio siglo que “las limitaciones en lo que se refiere al tamaño, a la densidad y al área son absolutamente necesarias para lograr un intercambio social efectivo y, por lo tanto, son los instrumentos más importantes del proyecto racional, cívico y económico. En el pasado se ha puesto resistencia para establecer esos límites y ello se ha debido principalmente a dos hechos: la suposición de que todos los cambios “hacia arriba” en magnitud eran signos del progreso y automáticamente “buenos para los negocios”, y la creencia de que esas limitaciones eran esencialmente arbitrarias, por el hecho de que proponían “reducir la oportunidad económica”-esto es, la oportunidad para hacer ganancias mediante la congestión-y detener el curso inevitable del cambio. Todas esas objeciones se basan en la superstición”. Y ya sabemos que pasa con las supersticiones: al final la verdad se impone y coge de improviso a los crédulos que tardan poco en huir despavoridos.
El principal argumento de la multitud de asociaciones y partidos políticos que reclaman una regulación de la población en Canarias es la alta densidad de población en las islas, unos 280 h/Km2, casi veinte veces menos que la de Ceuta, situada en 4.241 h/km2. Ciertamente, aquí pasa algo: o bien los canarios están chiflados, o los ceutíes somos unos auténticos inconscientes. Nosotros nos inclinamos a pensar que la sociedad ceutí vive a espaldas de una realidad que pone en serio peligro la propia viabilidad de la ciudad, y no será por falta de síntomas (desempleo, conflictividad social, pésimos índices ambientales, colapso circulatorio, fracaso escolar, etc….). Desde Septem Nostra venimos reiteradamente hablando de este asunto y han sido pocos quienes han entendido nuestro mensaje. Entre ellos tenemos que citar a nuestro querido y recordado Pepe Ferrero o el también colaborador de este periódico, el apreciado L. G. Álvarez. Por su parte, el gobierno de la Ciudad hace algún tiempo que ha incluido la carga poblacional en la retahíla de singularidades y de hechos diferenciales de Ceuta. Sin embargo, en la práctica no ha realizado ningún tipo de iniciativa para combatirla o al menos frenarla.
No hace mucho comentamos con un amigo y conocido arquitecto de esta ciudad sobre el futuro del urbanismo ceutí. Su opinión era que la única posibilidad era seguir densificando el núcleo urbano consolidado o la expansión de la ciudad hacia el campo exterior. Nuestra propuesta de limitar la población le pareció un disparate, opinión que respetamos, pero que lógicamente no compartimos. Nuestro punto de vista no es tan disparatado como a simple vista parece, ya que medidas para el control del crecimiento urbano y poblacional se vienen haciendo en otros lugares de Europa o el mundo que se enfrentan a problemas de sobrepoblación, en muchos casos no tan alarmantes como el de Ceuta.
La asociación canaria Kanaryo Titeroygaka, precursora de la Ley de Residencia y partidaria de la limitación de la población en las islas afortunadas, se refiere en algunos de sus escritos a los países de la Unión Europea que tienen establecidos límites poblacionales, así citan que: “Inglaterra tiene limitada la población en las Islas Anglonormandas, Islas de Mann, Islas Horcadas e Islas Hervida. Dinamarca lo mismo en las Islas Ferroes, Grecia en muchas islas del mar Égeo y en las islas del Dodecaneso y las Esporadas Septentrional y medidas similares tiene Francia en Córcega; Italia en la isla de Elba, Cerdeña y Sicilia; Portugal en Azores y Madeira. Fuera de la Unión Europa, países como EE.UU tiene controlada la población en Hawai; Ecuador en las islas Galápagos; Argentina y Chile en sus islas de Sur; las islas Bahamas, las Antillas, Jamaica, Japón con algunas de sus islas, Isla de Lofoten de Noruega, etc…En Europa hay además zonas continentales protegidas de la superpoblación: Luxemburgo se encuentra protegida y sólo tiene 150 h/Km2, así como Liechtenstein, Mónaco o Marsella tienen limitada la contratación y empadronamiento de extranjeros…”. No hay que ir tan lejos, en la comunidad autónoma de Cantabria se ha introducido en su legislación urbanística el concepto de “capacidad de acogida”, en el que uno de los factores más importantes a considerar es el número de habitantes que puede acoger un determinado espacio territorial. Y mientras, en Ceuta se sigue engañando a la gente con malabarismos y falsas esperanzas de resolver problemas que no tienen solución al menos que atajemos el exceso de población que padecemos.
Las autoridades canarias no se han mantenido al margen del amplio movimiento ciudadano que exige un control de crecimiento de la población. De hecho hace pocas semanas, El presidente del Gobierno de Canarias y candidato nacionalista a la presidencia del Ejecutivo en las elecciones de mayo próximo, Paulino Rivero ha declarado que “los canarios tenemos que modular el control de la población que vive en Canarias", a la vez que indicó que la Comisión Europea, instada por la anterior comisaria de Política Regional, Danuta Hübner, ha encargado un estudio sobre la capacidad real de las Regiones Ultraperiféricas (RUP) para poder mantener un desarrollo sostenible en relación con su población. Este estudio según recogen algunos medios de comunicación canarios estará terminado en mayo y servirá para que se establezca un límite de población para las Islas. Bien haría el Sr. Vivas en interesarse por el contenido de este informe durante su próxima visita a Bruselas donde precisamente pretende reclamar para Ceuta un status similar al de las regiones ultraperiféricas.
Después de lo expuesto, ¿Quién puede calificar de disparate nuestra reclamación de controlar la carga poblacional en el territorio ceutí?. La verdadera locura es no querer reconocer la magnitud del problema al que tenemos que enfrentarnos a día de hoy. Lo cierto es que la cuestión no es nada sencilla, ya que el debate de población requiere sacrificios y tomas de decisiones duras, algo de lo que huyen nuestras autoridades locales, las cuales andan más preocupadas en batir su record de popularidad y éxito electoral que en abordar los verdaderos problemas de Ceuta. Tampoco la actitud de la ciudadanía ayuda a la apertura de este imprescindible debate, no sabemos si por pasividad o por miedo afrontar la realidad.
Lewis Mumford declaró hace más de medio siglo que “las limitaciones en lo que se refiere al tamaño, a la densidad y al área son absolutamente necesarias para lograr un intercambio social efectivo y, por lo tanto, son los instrumentos más importantes del proyecto racional, cívico y económico. En el pasado se ha puesto resistencia para establecer esos límites y ello se ha debido principalmente a dos hechos: la suposición de que todos los cambios “hacia arriba” en magnitud eran signos del progreso y automáticamente “buenos para los negocios”, y la creencia de que esas limitaciones eran esencialmente arbitrarias, por el hecho de que proponían “reducir la oportunidad económica”-esto es, la oportunidad para hacer ganancias mediante la congestión-y detener el curso inevitable del cambio. Todas esas objeciones se basan en la superstición”. Y ya sabemos que pasa con las supersticiones: al final la verdad se impone y coge de improviso a los crédulos que tardan poco en huir despavoridos.