martes, 14 de diciembre de 2010

ESPACIOS LIBRES Y SENTIMIENTO DE CIUDADANIA

ESPACIOS LIBRES Y SENTIMIENTO DE CIUDADANIA

            Una idea que nos ronda por la cabeza desde hace mucho tiempo es la búsqueda de una explicación lógica a la apatía que caracteriza a la sociedad ceutí. En multitud de ocasiones nos hemos preguntado cuales son las razones que llevan a la gente a desentenderse de cualquier asunto cívico, incluso cuando les afecta directamente a su propia calidad de vida. Las respuestas a esta cuestión entenderán que no son ni sencillas ni simples, ya que influyen muchos factores. Entre ellas nos ha llamado poderosamente la atención la expuesta por Alexander Mitscherlich, catedrático de Psicosomática de la Universidad de Heidelberg, en su obra “La inhospitalidad de las ciudades”. En este libro su autor nos presenta un argumento que tiene mucho que ver con el contenido del artículo que la pasada semana dedicamos a las zonas de juego infantiles. Según Mitscherlich “se puede afirmar que una ciudad que no proporciona a sus niños amplios lugares de juego, y a sus jóvenes lugares de deporte y de recreo fácilmente asequibles, así como piscinas y centros juveniles en las cercanías de sus viviendas, no debe extrañarse de que sus habitantes adultos no participen más tarde en la vida política de la comunidad”. A esta carencia de espacios de recreo y diversión se suma una tendencia al incremento de “decepciones, limitaciones, renuncias y prohibiciones del que hubiera sido necesario si se hubiera reflexionado racionalmente sobre sus necesidades”, dando como resultado final “un ciudadano nacido en la ciudad, pero no un ciudadano a quien esta ciudad suya le infunda verdadero interés, verdadero respeto”.
            Vemos, pues, que la dotación de espacios libres reviste un interés que va más allá de la armonía urbanística de la ciudad. Se trata de una necesidad vital para todos los ciudadanos, sobre todo para el correcto desarrollo psicológico de los niños y jóvenes. Por eso nos retumba en el pensamiento las palabras del Consejero de Fomento que, interpelado en un Pleno de la Asamblea sobre las carencias de espacios libres, comentó que en Ceuta tenemos las zonas libres que hay, en un tono que invitaba a los ciudadanos a resignarse ante esta situación. Poco parece importar que tal invitación conlleve el fomento de una  patología social, cuyo principal síntoma sea el desinterés por los asuntos ciudadanos, cuando no la acción violenta contra todo lo que tenga que ver con la ciudad y sus instituciones.
            La importancia de contar con adecuados espacios de juego debería estar por encima de todas las demás consideraciones utilitarias. A este respecto A.Mitscherlich propone medidas que van desde la imposición de la obligación a todo el que levante un edificio a construir, en la inmediata cercanía del mismo, un terreno de juego, hasta la expropiación de terrenos para este fin, al igual que se hace cuando hay que trazar una nueva calle o cualquier otra infraestructura básica. En cuanto al tamaño de estos espacios propone que sean establecidos por un comité independiente constituido, entre otros, por psicólogos, pedagogos y médicos. Asimismo, Mitscherlich considera que sólo mediante una estricta normativa de este tipo, resulta posible “mantener a raya el desenfrenado egoísmo de los constructores”.
            En Ceuta estamos demasiado acostumbrados a que el más reducido espacio sin construir caiga presa de los ávidos ojos de los especuladores. Por ello, resulta de vital importancia que se respete el principio de la subordinación del interés privado al interés público, a la hora de reservar suelo para la dotación de zonas de recreo, y en general para todos los asuntos cívicos, “porque así puede crearse una situación que haga posible el que se desarrollen hombres que, una vez adultos, puedan comprender qué es la liberalidad, que es la libertad humana. Unos hombres que tengan, por tanto, a sus espaldas un camino de maduración que les haya proporcionado experiencias sociales, que les haya permitido ser abiertos, críticos, conscientes con respecto a los problemas de su sociedad, es decir, democráticos y sensibles, en lugar de sordos, exigentes, cargados de resentimientos y condenados a someterse a cualquiera que les prometa satisfacer sus deseos a corto plazo”.
            Desde Septem Nostra nos reiteramos en la idea que expusimos en las alegaciones al avance de nuevo Plan General de Ordenación Urbana de que se puede proyectar el aumento de la calidad de vida en nuestro limitado territorio sin recurrir a proyectos de expansión de las edificaciones existentes, dedicando todos nuestros esfuerzos a la estructura y a los servicios que mejoren la calidad de vida. Al menos no se deberían plantear nuevos proyectos de construcción de vivienda sin que previamente hayamos alcanzado un equilibrio entre el número de habitantes y la dotación tanto de infraestructuras como de equipamientos básicos. Esto supondría hacer la suficiente reserva de suelo para zonas verdes, centros escolares, guarderías,  bibliotecas, etc… Por el contrario, desatender esta necesidad nos está conduciendo a aumentar las “patologías sociales”, el incremento de los problemas medioambientales y la progresiva pérdida de la calidad de vida.

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