martes, 14 de diciembre de 2010

SALUD Y ENFERMEDAD EN LA CIUDAD

Forma parte de nuestro discurso la continua llamada de atención sobre las consecuencias medioambientales de la sobrepoblación que padece Ceuta. Y vamos a seguir haciéndolo porque estamos convencidos que se trata del principal problema ecológico de nuestra ciudad y la causa principal de buena parte de sus problemas sociales, económicos y medioambientales. En esta ocasión queremos abordar los aspectos relacionados con las consecuencias sanitarias que se derivan de las situaciones de hacinamiento poblacional.
            Tal y como expresó Edward T. Hall en su conocida obra “La dimensión oculta”, todos los animales tienen necesidad de un espacio mínimo, sin el cual no pueden sobrevivir: es lo que denominó el “espacio crítico” de cada organismo. Cuando la población aumenta tanto que ya no hay espacio crítico disponible, aparece una “situación crítica”. Este tipo de situaciones se resuelven de modo natural por el método más sencillo: la supresión de algunos individuos. Ciertos estudios, como los de P. Errigton (1957) revelaron que las ratas almizcleras comparten con el hombre la propensión a volverse salvajes en condiciones de hacinamiento estresante. Y demostró además que cuando la densidad de población pasa de cierto límite disminuye la natalidad en las ratas almizcleras.
            Los etólogos, durante mucho tiempo, se resistían a declarar abiertamente que los resultados de sus trabajos tuvieran una aplicación directa al hombre, a pesar de que sabían a ciencia cierta que los animales hacinados y estresados sufren ataques cardiacos, problemas circulatorios y una menor resistencia a las enfermedades. Estas resistencias han sido poco a poco anuladas ante la rotundidad de las evidencias científicas que han demostrado que tanto animales como los hombres (que no dejamos de ser un tipo particular de animal) responden ante el exceso de población con el mismo tipo de enfermedades: alta presión sanguínea, enfermedades del aparato circulatorio y enfermedades del corazón, aunque en su alimentación entren pocas grasas.
            Ian L.McHarg, dedicó el último capítulo de su libro “Proyectar con la naturaleza” (Ed.Gustavo Gili, 2000), a la salud y la enfermedad en la ciudad. Partiendo del argumento de Scott Williamson que sostenía la unidad de la salud física, social y mental, y su relación con ambientes sociales y físicos específicos, realizó un estudio experimental en la ciudad de Filadelfia para esclarecer la correlación existente entre enfermedad y ambiente. Para ello recopiló diversas estadísticas sobre las tres categorías de salud aludidas (física, social y mental), así como una serie de datos referentes a la situación económica, el origen étnico de la población, la calidad de la vivienda, la contaminación atmosférica y la densidad. Toda esta información se representó en mapas para mostrar las zonas de salud relativa y enfermedad. El resultado más evidente fue que el centro de la ciudad, el de mayor densidad de población y el más deprimido desde el punto de vista socioeconómico, era también el centro de la enfermedad.
            En esta misma obra de Ian McHarg se hace alusión a los experimentos con ratas que llevaron a cabo el doctor Calhoun y el doctor Jack Christian. Este último llegó “a la conclusión de que a medida que la densidad aumenta, también aumenta las presiones sociales que se manifiestan en enfermedades de estrés”. Asimismo, comprobó “que todo ello afecta no sólo a la capacidad reproductora (ACTH y las hormonas andrógenas inhiben a las ganadotrófinas), sino que también provocan enfermedades cardiacas y renales” y en las glándulas suprarrenales. Por su parte, el doctor Calhoun se centró más en los cambios del comportamiento social relacionados con los incrementos en la densidad. Lo importante es que ambos investigadores estaban convencidos de que “los efectos que habían observado en las sociedades animales son aplicables al hombre, como queda confirmado por la semejanza de las enfermedades sufridas por los animales de los experimentos y por los hombres en ambientes urbanos”.
            La conclusión a la que llegó Ian McHarg es que existe una estrecha relación entre densificación, la presión social y la enfermedad. Según su criterio, compartido con G.Scott Williamson, “la salud individual va unida a la familiar y la comunitaria”, siendo la enfermedad física, mental y social manifestaciones unitarias. La prueba más evidente la tememos  en nuestra propia ciudad, donde una desorbitada densidad de población y una acuciante presión social se manifiestan en  forma de una tasas de incidencias de ciertas enfermedades (tuberculosis, hepatitis, diabetes, etc…) muy por encima de la medias nacionales, según los datos recopilados en el Plan de Salud de la Ciudad Autónoma de Ceuta, aprobado en el año 2008. Una lectura de este documento ilustra a la perfección los graves problemas de salud física, social y mental de la población ceutí, con una virulencia muy grave y alejada de su incidencia en el resto de España. La erradicación o disminución de este tipo de enfermedades deberían ser una prioridad tanto de la administración estatal como de la autonómica, a las que les instamos a abrir su visión del problema para abarcar la dimensión ecológica y medioambiental de la enfermedad y la salud.

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