martes, 14 de diciembre de 2010

LA CIUDAD DE LA ETERNA POBREZA

LA CIUDAD DE LA ETERNA POBREZA

Un asunto redundante en los medios de comunicación locales es la situación de la barriada del Príncipe Alfonso. El desgraciado accidente que le costo la vida a un presunto trabajador ilegal ha vuelto a reactivar la polémica sobre las construcciones ilegales que inundan el territorio ceutí. El principal partido de la oposición, la UDCE, ha apuntado al gobierno de la Ciudad como responsable subsidiario por no actuar a tiempo en la paralización de la obra ilegal donde tuvo lugar el luctuoso acontecimiento. Nosotros no vamos a entrar en el fondo de esta polémica, pero si queremos hacer una serie de reflexiones sobre la situación que se viven en muchas barriadas de la ciudad afectadas por la marginalidad social, económica y laboral.
            El tema de los problemas sociales en las ciudades ha sido tratado en multitud de obras científicas desde muy variadas disciplinas. De todas ellas vamos a centrar nuestros comentarios sobre las provenientes del urbanismo. Uno de los trabajos más destacados para analizar esta cuestión es el libro de Peter Hall, titulado “Ciudades del mañana”. Precisamente, una de las tesis principales de esta obra es que el urbanismo nació con la vocación de dar respuestas a los graves problemas sociales que surgieron en muchas ciudades tras la eclosión de la Revolución Industrial. Sin embargo, tal y como afirma Peter Hall en sus conclusiones, tras un siglo de urbanismo moderno hemos vuelto, en cierta manera, al punto de partida y las ciudades de los países ricos siguen teniendo problemas semejantes a los de cien años atrás, con elevado desempleo, pobreza, marginación social y crecimiento de tugurios. En el camino han quedado las propuesta de Ebenezer Howard, con su “ciudad jardín”; del pensamiento anarquista de Geddes o Turner; el planeamiento regional de de nuestro admirado Mumford y  Stein; la ciudad de los rascacielos de Le Corbusier o más reciente en el tiempo la ciudad de digital expuesta por Bill Mitchell.
            Uno de los capítulos que más nos ha llamado la atención de “Ciudades del mañana” es el que lleva el ilustrativo título de “La Ciudad de la Eterna Pobreza”.  Entre las reflexiones de Peter Hall merece la pena destacar su advertencia de que “tratar de intervenir desde fuera y enseñar los valores de clase media por medio del sistema educativo significa dirigirse al fracaso porque no cambia las condiciones de vida en medio de las cuales la gente de clase baja ha desarrollado su propia visión del mundo y ha tomado su posición en él. Los programas convencionales contra la pobreza fracasan porque exigen que los pobres cambien su conducta sin tener los recursos necesarios para conseguirlo. Dicho de otra manera, lo primero que había que hacer era dar dinero a los pobres”. Sobre esta última idea creemos que conviene hacer una importante matización. Desde nuestro punto de vista, no se trata de fomentar un subsidio generalizado, más bien apostamos por un empleo “que se ocupe  en lo que hace falta”, según ha expuesto Gabriel Zaid en “La Feria del Progreso”. El empleo no debe limitarse a una fuente de ingresos (Keynes) o como fuente de opresión o expresión (Marx), sino que constituye un factor básico en la autoestima y el desarrollo personal.
            Otra de las conclusiones de Peter Hall en su repaso a la historia del urbanismo es que los cambios físicos realizados en los barrios más conflictivos de EE.UU e Inglaterra eran insuficientes, ya que sólo trasladaban el problema a otros lugares o hacían que variara el delito, pero podían haber funcionado si hubieran ido acompañados de una mejora en la política de viviendas y de programas pensados para la juventud y la comunidad.  El diseño podía hacer algo, pero en sí mismo era insuficiente: la solución no estaba en manos pues de las autoridades locales y quizás tampoco en las de nadie. En  opinión de este célebre geógrafo inglés, “ni el urbanismo ni el estado de bienestar del siglo XX han conseguido que desaparezca la pobreza y tampoco ofrecen una explicación satisfactoria de su existencia: unos dicen que es culpa del sistema y otros del pecado original”. Como nosotros rechazamos el determinismo calvinista, nos inclinamos más bien a responsabilizar al hoy día tambaleante sistema capitalista de buena parte de los males que aquejan a nuestra sociedad. En este sentido compartimos la idea de Eduardo Galeano de que todos los humanos guardamos en nuestro interior distintas personalidades, de las cuales el vigente sistema económico favorece que afloren las peores de todas.
            Si trasladamos estas reflexiones a la realidad de Ceuta nos daríamos cuenta del error que están cometiendo las autoridades de la Ciudad en confiar que los planes urbanísticos proyectados en barriadas como el Príncipe Alfonso van a permitir romper  el ciclo de desempleo, desintegración familiar y desorganización social. Estas mejoras urbanísticas sin duda son necesarias para dignificar la vida de los habitantes de estos núcleos vecinales, pero no van a solucionar por si solas las dramáticas situaciones socioeconómicas que padecen buena parte de estos ceutíes. Puede que desde una visión pesimista para unos y realistas para otros, la solución no este a nuestro alcance, al menos que se produzca una profunda revolución social y política global. No obstante, tenemos la obligación ética de intentar corregir estos desequilibrios mediante la implementación de un proyecto integral que incluya acciones sociales, económicas, educativas,  medioambientales y urbanísticas. Claro que para ello hay que asumir con carácter previo ciertas realidades de aquellas consideradas políticamente incorrectas, como la existencia de un desempleo estructural, la superación de la capacidad de carga del sistema ecológico o la segregación social y cultural a la que se han visto abocados un amplio sector de la sociedad ceutí, empujando por el atrincheramiento ideológico de la otra parte. Creemos que ha llegado a la hora de hablar con sinceridad y claridad si deseamos evitar estallidos sociales similares a los vividos en tantas y tantas ciudades occidentales, desde los Ángeles a Londres, pasando por los suburbios de Paris.

No hay comentarios:

Publicar un comentario